+ILMO. SR. DR. DON FRAY EZEQUIEL MORENO Y DÍAZ, O.A.R. (SANTO)
Nació el 9 septiembre de 1848 en Alfaro a orillas del Ebro, pequeña ciudad agrícola de La Rioja- España, hijo del modesto sastre Félix Moreno y su mujer Josefa Díaz quienes tuvieron seis hijos (cuatro mujeres y dos hombres) y fue el cuarto de los hermanos. Creció Ezequiel en el marco de una familia muy cristiana. Siempre tuvo afición y buena voz para el canto, y se acompañaba bien con la guitarra. De chico Ezequiel monaguillo del convento de las dominicas, con las que guardó siempre una gran amistad. Como su hermano mayor se fue al Convento, y por la difícil situación económica le tocó ayudar a su familia y vender hilo y baratijas en la plaza de Alfaro, al lado de su madre. Cuando dijo a su madre que él también quería ser agustino recoleto, ella trató de disuadirle, haciéndole ver que era mejor ser sacerdote diocesano para ayudar a la familia. A los dieciséis años siguiendo el ejemplo de su hermano Eustaquio, el 21 de septiembre de 1864 vistió el hábito en el convento de los agustinos recoletos de Monteagudo en Navarra- España y tomó el nombre de fray Ezequiel de la Virgen del Rosario. Pasó dos años después al teologado de la orden en Marcilla, también en Navarra. En este tiempo en España se padecía la revolución liberal, que atacaba entre otros a los religiosos a los que desterraban y exclaustraban, despojándolos de sus bienes. El noviciado de Monteagudo fue una de las pocas casas religiosas que el gobierno autorizó, tras el Concordato de 1851, únicamente para el envío de misioneros a los dominios españoles de ultramar. Por lo tanto y siendo todavía estudiante partió en 1869 hacia Filipinas con una expedición de 18 religiosos y llegó a las islas al año siguiente el 10 de febrero de 1870. Inicialmente trabajó como misionero en la isla de Palawan donde enfermó de paludismo por lo que las fiebres le obligaron a volver a Manila. El 3 de junio de 1871 fue ordenado presbítero en Manila- Filipinas; contaba en ese momento sólo 23 años de edad. En su primera misa tuvo a su hermano Eustaquio por padrino. Fue vicario en la parroquia de su hermano en Calapán, en la isla de Mindoro; allí aprendió el tagalo y dio sus primeros pasos en la vida pastoral y misionera; realizó su labor en medio de los temidos piratas jaloanos. En esta última isla fue el primer capellán castrense de la guarnición española y en Puerto Princesa, su actual capital, celebró la primera misa que allí se ofreció. Fue nombrado Vicario provincial de los agustinos recoletos de la isla de Mindoro; de 1876 a 1880 ocupó los cargos de párroco de Las Piñas y de Santo Tomás en Batangas y de 1880 a 1885 ejerció los oficios de predicador del convento de Manila, párroco de Santa Cruz y administrador de la Casa-hacienda de Imus. Quince años trabajó en Filipinas y “en todas partes se mostró como un santo religioso, abnegado y sereno, alegre y entregado, contemplativo y misionero”. Tan apreciado llegó a ser en la Orden que, a los 37 años, en el capítulo provincial de 1885, se le encomendó la formación de los agustinos recoletos de la Provincia como rector del noviciado de Monteagudo- España. De regreso a su país ya establecido allí, cuidó mucho de la vida litúrgica, del rezo coral de las Horas, de la vida comunitaria, de los estudios y de la fidelidad estricta a la observancia disciplinar. En su tiempo, dada su preocupación por los pobres, se repartían en el convento 400 o 500 raciones de comida a los necesitados. Acudía con frecuencia para ayudar en las parroquias próximas para predicar o confesar. Y el señor Obispo de Tarazona, Ilmo. Sr. Dr. don Cosme Marrodán, muy ligado a la comunidad, quiso que fuera él quien le atendiera a la hora de la muerte. Mostró cariño muy especial hacia las religiosas vecinas del noviciado.
A mediados de agosto de 1888 llegó a Monteagudo el padre Minguella para presentar a la comunidad la solicitud de misioneros para Colombia, inmediatamente junto a otros siete hermanos de su comunidad se ofreció para la restauración y se le nombró superior del grupo misionero. A principios de1889 llegó a Colombia la expedición y mientras unos se dirigieron a El Desierto, santuario cerca a Ráquira- Boyacá, junto al padre Matute marcharon a Bogotá, donde llegaron el 2 de enero de 1889, alojándose en la casita que el padre Rocha tenía junto a la iglesia de La Candelaria, pues el convento, incautado por el Gobierno, hacía años que servía de Seminario diocesano. Se veía muy difícil la restauración de la misión, ya que los frailes, después de treinta años de vida autónoma, no deseaban integrarse en una vida comunitaria. En La Candelaria el padre Rocha vivía a su costumbre. Y en El Desierto las cosas no ofrecían mejor cariz, pues el padre Bustamante, bueno y emprendedor, había soñado en dirigir él mismo la restauración. Después de muchas dificultades, pudo establecer el noviciado en El Desierto. Residió en Bogotá cinco años, acompañado del padre Matute. En la iglesia de La Candelaria, y en otras iglesias de la ciudad, también en la catedral de la Arquidiócesis, sobresalió pronto por sus dotes de predicador y de confesor. Era muy apreciado como predicador, y le llamaban de todas partes; pero esto no era debido, ciertamente, a una elocuencia florida y brillante, pues era muy sobrio en la forma y de estilo muy sencillo, pero extremadamente claro y persuasivo. Fue un gran director espiritual, servidor de los enfermos y un enamorado del Corazón de Jesús. El 2 de febrero de 1889 en Bogotá reunió una romería en la fiesta de nuestra Señora de la Candelaria de varios pueblos vecinos.
En julio de 1889, a los seis meses justos de su llegada, el ministro de Fomento le propone formalmente la reanudación de la labor misionera en Casanare. Les respondió que la evangelización «de los infieles de Casanare, donde tanto trabajaron y tan grata y gloriosa memoria dejaron nuestros antiguos religiosos», es su «pensamiento favorito», su «gran aspiración». Pero la penuria de personal y la necesidad de asegurar el porvenir de la provincia frenan por el momento sus ansias apostólicas. Mientras fue superior de la misión restauradora pidió religiosos de España en varias ocasiones, insistiendo siempre en que no los enviaran si no eran de calidad, así en junio de 1890 llegaron a Colombia 6 religiosos españoles, y 8 más en 1892, entre ellos su paisano y amigo el luego Ilmo. Sr. Dr. don Fray Nicolás Casas, O.A.R., además de otros más que llegaron posteriormente. Esto reaviva sus deseos y le hace soñar más a menudo en Casanare. Poco a poco la restauración de sus antiguas misiones deja de parecerle una simple utopía. Sus numerosos amigos tratan de disuadirle del viaje, ponderando los peligros que entrañaba. Así desde el 15 de diciembre de 1890 luego de dirigir los ejercicios espirituales al clero boyacense y recibir la bendición del Obispo de Tunja, se adentra en la sabana casanareña, acompañado de tres religiosos y dos sacerdotes diocesanos. Llegó a Labranzagrande el 7 de enero de 1891 y luego a Tame. Durante tres meses y medio recorre aquellas inmensas planicies administrando sacramentos, regulando matrimonios, visitando enfermos y, sobre todo, tomando apuntes sobre la situación de sus habitantes. La presencia de sálivas y guahibos en las inmediaciones de Orocué le mueve a dejar allí a sus tres compañeros, y la esperanza de encontrar yayuros y guahibos lo conduce hasta Cravo Norte. Fundó a orillas del río Meta entre los Guahivos la Misión de Barranco Pelado. Este viaje a la antigua misión Agustina, que tan bien relató la exploración en ocho cartas, que fueron publicadas en la prensa santafereña y nacional y que conmovieron la conciencia cívica y religiosa del país, convirtiéndose en hito fundamental en la historia moderna de las misiones colombianas y sirvió para dar a conocer lo que entonces era un rincón perdido del país, una tierra casi inexplorada de 45.000 km2 de extensión, con caudalosos ríos. Allí vivían los indios Guahivos, completamente desnudos, y los Sálivas, algo más civilizados, y aprender sus idiomas iba a ser la primera labor. Suscribió a los misioneros en 1891 a la “Defensa Católica” prensa Bogotana. En varias poblaciones lo recibieron con cierta frialdad, pero en muchas la acogida fue cordial y emocionada. Regresó en abril de 1891. Desde 1892 al regreso de su correría le correspondió sacar adelante los dispendiosos trámites de erección de un Vicariato en el Casanare, además de las opiniones opuestas del Sr. Miguel Antonio Caro, Presidente de la República y del Ilmo. Sr. Dr. don Antonio Sabatucci, en ese momento Delegado Apostólico del Papa en Colombia. Además que el arzobispo de Bogotá quería solamente una prefectura. Se temía que el vicariato creara conflictos entre el Obispo y la comunidad dado que era el candidato a Obispo, aunque al enterarse de esto le creó un gran conflicto interno ya que prefería quedarse como superior. Luego de esta misión exploratoria, en Casanare dejó tres de sus compañeros con el encargo de atender a los indígenas de las riberas del Meta y de estudiar a fondo su lengua y en junio de 1892, apenas le llegan refuerzos de España, les envía a Orocué tres nuevos compañeros. El 5 de julio le remitieron las facultades “decenales sólitas e insólitas”. Así todo el proceso se prolongó por casi dos años sin contar el largo tiempo de trámites preliminares y al fin el 17 de Julio 1893 por medio del Breve “Romani Pontífices” de S.S. el Papa León XIII, logra que Casanare se convierta en la primera jurisdicción eclesiástica misional de Colombia. En ese mismo momento la Santa Sede encomienda esta misión a la misma Orden de los Agustinos Recoletos.
Luego en primer breve del 17 de julio de 1893 (que el causo escrúpulos dadas las dificultades de su redacción que no asociaba su nombre al de Casanare) y en segundo del 17 de Octubre de 1893 que llegó una semana después S.S. el Papa León XIII lo preconizó como Obispo Titular de Pinara y primer Vicario Apostólico de Casanare, había sido nombrado a instancias de su amigo el presidente Miguel Antonio Caro. Sus hermanos e comunidad siempre le proveyeron de todo lo necesario para él como Obispo. Luego de algunos retrasos fue Consagrado Obispo en la Catedral de Santafé en Nueva Granada o Bogotá el 11 de Mayo de 1894 por el Ilmo. Sr. Dr. don Bernardo Herrera Restrepo, asistido por los canónigos Dr. don Patricio Plata y Dr. don Fernando Piñeros; contaba en ese momento 45 años de edad. El Vicepresidente de la República Dr. Miguel Antonio Caro y el entonces Delegado Apostólico en Colombia el Ilmo. Sr. Dr. don Antonio Sabatucci le sirvieron de padrinos. La ceremonia fue muy solemne, el Sr. Caro, le obsequió un banquete a su ahijado en el que participaron varios ministros de la República, el intendente de Casanare, el delegado y los eclesiásticos más distinguidos de la Capital tan contrario a lo que él mismo relatará después “En Casanare tendría que dormir más de una vez a la intemperie, sobre la arena de los ríos o al amparo de los bosques; tendría que recorrer llanuras interminables a lomo de Caballo bajo un sol abrasador o con poderosos aguaceros, tendrá que sufrir sed, hambres, fiebres y enfermedades, pero nada de eso le amedrenta, la Salvación de un alma vale mucho más”. Escogió como lema de su escudo episcopal la hermosa frase “Fortitudo mea et refugium meum es tu”. El 30 de mayo partió al fin para Casanare, había autorizado como apoderado suyo al Dr. don Fray Santiago Matute del Santo Cristo, O.A.R. El 30 de junio de 1894 llegó a Támara, un año después de la creación del Vicariato, entre el júbilo de sus habitantes, ese día tomo posesión en su “Catedral y su Palacio Episcopal”. Llegó a Casanare, según se expresó él mismo en su primera pastoral a los fieles de Pasto, con «la firme persuasión de permanecer en aquella región hasta la muerte». Le halagaba la idea de pasar a la eternidad «desde las playas de sus ríos o la espesura de sus bosques», aunque no sería sí exactamente. El 8 de julio del mismo año consagró el Vicariato al Sagrado Corazón de Jesús. Sus primeros meses fueron no muy agitados, permaneció en Támara y realizó algunas vistas esporádicas y rápidas a algunas poblaciones cercanas a Nunchía, rara vez se alejó dada la temporada de Lluvias. La distribución del personal era el problema más urgente. Con los Superiores en Bogotá acordaron inicialmente crear 3 centros misionales: Támara, Orocué y Arauca, para los que todos los hermanos estaban exactos. Solicitó libros e información de derecho canónico y civil para desempeñarse mejor en su ministerio. Quiso llegar a todos los sitios, interesó a las autoridades y personas piadosas, instituyó asociaciones que secundaran y ejecutaran sus orientaciones hasta en las veredas y caseríos más remotos. Pasó en su “Palacio Episcopal” de Támara, sede del Vicariato de Casanare, la corta guerra de 1895, sin grandes molestias. De su sede escribía: “La catedral es una pequeña iglesia de pueblo, pobre y miserable, con piso de tierra. El palacio es una casa» con media docena de habitaciones, y «el piso es de tierra y bajo, porque no hay piso alto”.
En su ministerio dos problemas fundamentales atrajeron su atención apenas puso pie en el vicariato. El primero fue la multitud de «almas que se hallan en extrema necesidad espiritual». Para ellos compuso e imprimió, ya en 1894, las “Instrucciones a los fieles de Casanare para ayudar a conseguir la salvación eterna a los que se hallan en extrema necesidad espiritual”. Era un manual de sobrevivencia espiritual para situaciones de máxima dificultad. Particular atención prestaba a la suerte de los niños que morían abortivos o prematuros, por lo que escribió un folleto dando claras instrucciones para que siempre fueran bautizados a tiempo, el cual difunde por todo el vicariato. En octubre fundó la Asociación del Sagrado Corazón de Jesús, él mismo aprovecha las visitas pastorales y hasta las cartas y conversaciones privadas para divulgar sus enseñanzas. El segundo problema que afrontó fue la proliferación de “amancebamientos y uniones ilegítimas”. Muchos eran fruto de la ignorancia, de la desidia y de la dificultad de observar todos los requisitos de la compleja legislación matrimonial de la época en un territorio desprovisto de sacerdotes. Afrontó este problema con decisión, en la creencia de poder resolverlo con relativa facilidad, pero dada la incomunicación, la escasez de sacerdotes y el complicado derecho matrimonial de la época, con su retahíla de impedimentos, entorpecieron su labor. Cuando sus esfuerzos pastorales resultaban infructuosos, aprovechaba la buena disposición del juez territorial y recurría a la ley civil, que prohibía el concubinato. Desde el primer momento, puso el mayor empeño en que sus diocesanos, los más capaces y los que sabían leer, colaborasen en estas tareas de evangelización y catequesis. En noviembre de 1894, pasadas ya las lluvias, el Ilmo. Sr. Moreno partió desde Támara y al fin llegó el 23 de diciembre de 1894 a Nunchía, luego pasó a Marroquín, Zapatosa, pajarito, Chámeza, Orocué, etc. Fueron estas primeras y agotadoras visitas pastorales por pueblos y rancherías, viajando en caballerías o a pie, escasamente acompañado y ayudado. Es muchísimo el quehacer que se presentaba entre confirmaciones, confesiones de sanos y enfermos, bautismos, casamientos y sentar todas las partidas. Recorrió varias veces el vicariato, estructuró su administración en torno a cuatro centros –Arauca, Támara, Chámeza y Orocué– en los que colocó a 16 religiosos, estableció una comunidad de religiosas en Támara y preparó la instalación de otras en Orocué y Arauca, abrió orfanatos para hijos de guahibos y salivas, trabajó en la moralización de la vida pública, promovió la creación de escuelas rurales, y, sobre todo, se empeñó en que la palabra de Dios volviera a resonar con fuerza y regularidad en parajes en que durante los últimos 40 años apenas si se había dejado oír. Fundó centros misionales en condiciones a veces muy duras, por el clima sobre todo y las dificultades de abastecimiento que cobro hasta la vida de uno de los religiosos. Pronto se dio cuenta que el abastecimiento era más fácil desde Europa, pues a Ciudad Bolívar, en Venezuela, llegaban vapores europeos con toda clase de mercancías, y éstas podían llegar a Casanare por los barcos que surcaban el Orinoco y el Meta. Prestó una especialísima atención al adoctrinamiento de los fieles, por lo que desde su llegada a Támara, aprovechando que la época de las lluvias hacía imposibles las visitas pastorales, se procuró libros y revistas, y dedicó muchos días al estudio de sus responsabilidades episcopales, y concretamente acerca del derecho matrimonial y del liberalismo. Predicaba con frecuencia, con oportunidad o sin ella, y después de la misa daba una media hora de plática doctrinal. En los últimos días de 1894 comenzaron a correr rumores sobre su traslado a la sede de pasto y mientras en enero de 1895 visitó Chámeza, allí lo alcanzó la noticia de su traslado. La Revolución de los liberales en 1895 le sorprendió en visita pastoral, y un miliciano “malencarado” le pidió el salvoconducto. Pero el padre Ezequiel no se dejaba amilanar fácilmente: «Yo no tengo otro pasaporte que mi anillo y mi pectoral. Soy el obispo de Casanare y estoy en mi territorio». Y a otro cabecilla que le reprochaba por su propaganda antiliberal: «No sabía yo que hubiese dos obispos en Casanare. Creía que era yo solo»... La vuelta de la visita apostólica fue difícil. Se preocupó por sus misioneros a pesar del aislamiento. El 2 de marzo de 1895 estalló la revolución por lo que permaneció en Támara. Al cesar la guerra civil quedaron brotes, atendió la difícil situación del batallón enviado por la República, los cuales murieron y se enfermaron por el clima, etc. Las revoluciones y agitaciones, desbarataron sus planes. Por todo esto desapareció la Misión de Barranco Pelado. Quiso organizar la escuela con sus “Beatas” dos señoritas que congregó en el Desierto de la Candelaria. Quería fundar una congregación, pero este proyecto fracasó al igual que otros tantos, dada la situación revolucionaria y su inminente traslado. Luego de que se restablecieran las comunicaciones, recibió prontamente un telegrama del Delegado apostólico, ordenándole que se pusiera en camino a Bogotá. Su traslado estaba ya decidida tanto en Roma como en Bogotá, sólo faltaba su profesión de fe y su preconización en el Consistorio. Salió del Casanare el 13 de mayo de 1895, y aunque el presidente Caro se arrepintió del negocio, ya no había vuelta atrás. El breve fue retenido en Bogotá y no había respuesta por lo que estuvo varios meses allí. El 13 de septiembre llegó la noticia que su nombramiento se aplazaría hasta el próximo Consistorio. Por lo que ese día salió de regreso a Casanare por los llanos. Ya de regreso en Támara redactó el estado del Vicariato.
En el primer correo de febrero de 1896 llegó a Támara la comunicación oficial de que en el Consistorio del 2 de diciembre de 1895 había sido Preconizado por S.S. el Papa León XIII como Obispo de Pasto. Salió del Casanare cuando se despidió de sus misioneros en Nunchía el 8 de febrero de 1896 y llegó a Bogotá el 3 de marzo del mismo año. El 12 de abril asistió a la consagración de su sucesor, el Ilmo. Sr. Casas. Salió el 7 de mayo de Bogotá a Pasto en mula en viaje que tardó 1 mes, sólo tomó posesión de su nueva sede en junio 10 de 1896, en plena guerra civil. No aceptó en su alcoba la cama principesca que allí había, y en su lugar puso un jergón de paja, acomodado a su costumbre y en la máxima sencillez, su comida era frugal. Desde su primera pastoral de 1896 como obispo de Pasto causó grande malestar entre los liberales ya que sus palabras atacaban sus principios fundantes. En la visita pastoral que realizó en 1897 a varios pueblos de la frontera ecuatoriana, trataron de disuadirle, temiendo sufriera algún atentado. La diócesis de Pasto, más próxima a las ciudades ecuatorianas que a las grandes ciudades colombianas, se veía habitualmente inundada de periódicos liberales ecuatorianos, y éstos, aparte de su acostumbrada dosis de mentiras y calumnias contra la Iglesia, desencadenaron una campaña vergonzosa contra el Ilmo. Sr. Dr. don Pedro Schumacher, obispo de la sede ecuatoriana de Portoviejo, a quien recibió al ser expulsado del Ecuador como refugiado en la diócesis de Pasto, así como un grupo de capuchinos que había corrido la misma suerte. Por lo tanto en las siguientes cartas pastorales, del año 1896, salió en su defensa y denunció los periódicos ecuatorianos, “El Soyri” de Quito, y “El Carchi” de Tulcán; además de “la Voz Evangélica” de Pasto, desenmascarando las trampas del pretendido catolicismo liberal, los cuales prohibió a sus diocesanos. Pastorales que causaron gran revuelo dentro y fuera de la diócesis.
Los liberales lo desprestigiaron siendo blanco de la prensa de la época, como indica en sus escritos: “Ahora toda la saña de esos periódicos es contra mí”… “Me han puesto y me ponen de vuelta y media… Números enteros no contienen otra cosa que insultos contra mí…”. Pero no claudicará ante la difamación o el insulto; por el contrario, los fieles de la diócesis y otros muchos cristianos, sacerdotes y obispos, le prestaron adhesiones entusiastas. Se vio envuelto en polémicas doctrinarias con los liberales y radicales de Colombia y Ecuador y con el obispo de Ibarra, Ilmo. Sr. Dr. don Federico González Suárez dado el problema con el profesor del colegio de Tulcán don Rosendo Mora, un liberal, ex-religioso de las Escuelas Cristianas quien fuera expulsado anteriormente del colegio de Tulcán y de la diócesis. A fines de ese año viaja a Roma a realizar su visita ad limina, aunque se inclinaba más no a formar más polémica o defenderse sino a renunciar a su diócesis y retirarse. Ese mismo día, el 6 de setiembre, presentó en la Santa Sede el documento de su renuncia. El día 10 le recibió S.S. el Papa León XIII, con el que pudo hablar, en latín, extensamente. El Papa no quiso hacer mención siquiera de la renuncia a la diócesis, y le recomendó acudir «de nuevo a la Sagrada Congregación». Así lo hizo, presentando el día 20 un largo memorial, acompañado de documentos. Hecho lo cual, partió hacia España para buscar misioneros y religiosas que quisieran ir a Colombia. El 4 de noviembre emprendió regreso a Roma. A fines de ese año viaja a Roma a realizar su visita ad limina, para renunciar a su diócesis y retirarse; ante todo esto sufrió varias advertencias provenientes de Roma y en concreto, del Ilmo. Sr. Ragonesi, Delegado Apostólico del Papa por ese entonces; ante esta situación se limitó a enviar a la Santa Sede un escrito, pero fuera de eso prefirió guardar silencio absoluto de palabra y obra. Ese mismo día, el 6 de setiembre, presentó en la Santa Sede el documento de su renuncia.
El día 10 fue recibido en Roma por S.S. el Papa León XIII, con el que pudo hablar, en latín, extensamente. El Papa no quiso hacer mención siquiera de la renuncia a la diócesis, y le recomendó acudir «de nuevo a la Sagrada Congregación». Así lo hizo, presentando el día 20 un largo memorial, acompañado de documentos. Luego partió hacia España para buscar misioneros y religiosas que quisieran ir a Colombia. Al ser aprobada su actuación por parte de Roma y afirmado como Obispo de la Sede de Pasto, el 4 de noviembre emprendió regreso a Colombia y al llegar de nuevo a Pasto fue recibido con arcos de triunfo y de manera apoteósica. En mayo de 1899, cuando el Papa dispuso que toda la humanidad fuera consagrada al Sagrado Corazón de Jesús, como Obispo promovió la construcción de un templo votivo, que las religiosas betlemitas atenderían Ya desde fines de 1899 pudo verse que la guerra civil iba a encenderse en Colombia y por lo tanto publicó sobre el tema varias cartas circulares describiendo los peligros para un católico. En la Pastoral de cuaresma volvió el obispo de Pasto a denunciar «las varias maneras con que muchos de los que se llaman católicos ayudan a los revolucionarios». En este contexto publicó su escrito más famoso como fue “O con Jesucristo o contra Jesucristo o Catolicismo o Liberalismo” en el que afirma que el Liberalismo es pecado y aseguró que los peores enemigos, los más peligrosos, son los liberal-católicos. En este tiempo fue silenciado de nuevo por parte de la Santa Sede para que, según ellos, no se inmiscuyera en asuntos de política.
A finales de 1901 leyó el libro publicado por el Vicario Obispo de Casanare, su querido paisano y sucesor el Ilmo. Sr. Dr. don fray Nicolás Casas y Conde, O.A.R., “Enseñanzas de la Iglesia sobre el liberalismo”, pero no estuvo de acuerdo en lo práctico de sus enseñanzas. Para refutar este libro escribe unas “Instrucciones al clero de su diócesis sobre la conducta que ha de observar con los liberales en el púlpito y en algunas cuestiones de confesonario” (1902), que fueron apoyadas y difundidas por los tres Pastores de su provincia eclesiástica, los obispos de Popayán, Garzón e Ibagué. Es quizá uno de sus documentos más significativos. El Delegado Apostólico en es entonces el luego Emmo. Sr. Vico, le tenía mucho aprecio, pero, de todos modos, en este caso no realizó pronunciamiento alguno. Hizo alabanzas a los dos libros, y los envió a Roma. Por su parte, el Gobierno ecuatoriano, en 1903, envió a Bogotá a su vicepresidente para que gestionara la deposición del obispo de Pasto. Sus enemigos hicieron todo lo posible por deshacerse de él, intrigando para que fuera depuesto o en caso extremo hasta enviar a alguien a asesinarlo, tal como ocurrió en cierto día, pero esta persona no lo hizo y antes le pidió perdón. Se ganó el corazón de los pastusos, que le fueron siempre fieles, hasta en los momentos más adversos. Su obra pastoral fue muy considerable, y en ella cabe destacar, junto a sus agotadoras visitas pastorales, se preocupó de los colegios, luchando para que se impartiera una formación católica, apoyó la llegada de misioneros como los capuchinos que se encargan de la parte más extensa y difícil de la diócesis (Caquetá) además de los Agustinos Recoletos, sus hermanos para a región de Tumaco. Promueve el culto y las devociones, fomenta la construcción de iglesias y santuarios como el de Las lajas (Hoy Basílica menor) para el cual colocó la primera piedra. Fue el gran impulsor de la creación del Vicariato Apostólico del Caquetá, confiado a los capuchinos, y de la Prefectura Apostólica de Tumaco. Fomentó la devoción al Sagrado Corazón de Jesús y Introdujo la Adoración Nocturna, el mes de mayo dedicado a la santísima Virgen, los días 19 en honor de San José, visitas a los enfermos y a los pobres. Por sus biógrafos se sabe que dormía, a menudo en el suelo, unas cinco horas, y que dedicaba diariamente a la oración unas seis horas. A mediados de 1905 se siente cansado, con una llaga sangrante en el paladar que no se cierra, aunque intenta llevar una vida normal de trabajo. En octubre el diagnóstico es cáncer palato-nasal y hay que operar. Todo lo puso en manos de Dios. Viaja a España y en Madrid es operado urgentemente. Es una operación muy dolorosa, que soporta con paz absoluta, por lo que se le empezó a tener por santo. El 29 de marzo, es operado de nuevo pero todo resultó inútil. En Monteagudo elige una celda austera, con una pequeña tribuna que le permite ver el sagrario y el camarín de la Virgen. Los dolores son atroces, pero no se le observa un acto de impaciencia ni pierde su dulzura habitual. Murió a las ocho y media del 19 de agosto de 1906, contaba 58 años de edad. En la historia de la Iglesia en América no es fácil encontrar un obispo que haya resultado tan “molesto” (José María Iraburu), para el mundo -para el mundo hostil al Reino de Dios, se entiende- y para ciertos hombres de Iglesia. El 1 de febrero de 1975, S.S. el Papa Pablo VI presidió la ceremonia de su beatificación. Fue canonizado por el S.S. el Papa Juan Pablo II en Santo Domingo, República Dominicana, el 11 de octubre de 1992, durante la celebración del V Centenario del Descubrimiento y evangelización de América; en la homilía del Papa destacó la entrega religiosa y misionera del nuevo santo y lo presentó como modelo de evangelización en América Latina. Un santo polémico por la claridad y contundencia de sus pastorales. Su cuerpo permaneció y permanece incorrupto. Quien se asome al interior de su vida verá “un paisaje poblado de esencias humanas y divinas”. Su intensa actividad provenía de manantial fecundo, fluía de una vida de oración continua. Es el único Obispo entre los nacidos o que han trabajado en Colombia en toda su historia desde la colonia hasta hoy, que ha sido elevado a los altares.
Tomado de
Web
http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/revistas/credencial/octubre1993/octubre2.htm (San Ezequiel Moreno: El
liberalismo es pecado; El santo del V Centenario no aprendió que la esencia de
la política es la concesión. Por: Malcolm Deas)
imagenes
http://augustinians.net/index.php?page=moreno_en
http://liturgia.mforos.com/1696414/9097465-baston-de-mando/?pag=2
https://frayrafaelnieto.wordpress.com/category/obispos/
http://info-caotica.blogspot.com.co/2016/02/un-santo-antiliberal-no-donatista.html
Impreso
Revista de la Academia colombiana de
historia eclesiástica.
Martínez Cuesta, fray Ángel,
O.A.R. Beato Ezequiel Moreno, el
camino del deber. 1975.
Restrepo Posada, José. 1968. Genealogía episcopal de la
jerarquía eclesiástica en los países que formaron la Gran Colombia, 1513-1966.
MEJIA Y MEJIA. C J Pbro, Pasto
Pastores Pastorales. Editorial PAX Bogotá Colombia. Tomo I. 1969.Pág. 106.
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